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Confesiones de una imperfecta en un mundo filtrado.
Nunca seré esa mujer. Ya sabes cuál.
La del cabello perfecto que parece recién salida de la peluquería incluso un martes a las 7 de la mañana. La que puede vestir de blanco y no mancharlo. La que come espaguetis sin que ni una sola gota de salsa ose aterrizar en su camisa impoluta.
No soy ella. Nunca lo seré. Y honestamente, ya me cansé de intentarlo.
Soy la mujer que compra algo blanco y mentalmente le da dos semanas de vida antes de que el café, el vino o la vida en general decidan redecorarlo. Soy la del pelo que tiene vida propia y decide cada mañana si hoy toca "domesticado" o "acabas de meter los dedos en un enchufe". Spoiler: generalmente gana la segunda opción.
Soy la que lleva rímel corrido los viernes por la noche y pintalabios en los dientes más veces de las que me gustaría admitir. La que tropieza con sus propios pies en terreno llano y culpa al suelo de ser irregular.
Y ¿sabes qué? Ya no me importa.
Porque la perfección es aburrida. La perfección es estática. La perfección no tiene historias que contar porque está demasiado ocupada evitando vivir para no estropearse.
Las manchas son evidencia de que comiste algo delicioso sin miedo. El pelo despeinado significa que te reíste tanto que no te importó cómo quedabas. El maquillaje corrido cuenta que lloraste, que sentiste, que fuiste humana.
La mujer perfecta del cabello perfecto es una mentira que nos vendieron las revistas y que Instagram se encargó de perfeccionar (literalmente, con filtros). Y yo ya no compro ese producto.
Prefiero ser real. Prefiero ser la versión de mí misma que mancha, que despeina, que tropieza y que aun así se levanta y sigue adelante. Porque esa soy yo de verdad. Y esa versión, con todas sus imperfecciones, es la única que sé ser sin agotarme en el intento.
Así que brindo por las imperfectas. Por las que vestimos de negro no por estilo sino por estrategia de supervivencia. Por las que el pelo nos hace lo que le sale de las narices. Por las que somos gloriosamente imperfectas y ya no nos disculpamos por ello.
La perfección es una prisión. Y yo ya tengo suficientes cosas de las que preocuparme como para añadir "no manchar la ropa blanca" a la lista.
¿Tú también eres del bando de las imperfectas? Bienvenida al club. Aquí no juzgamos las manchas.
NUNCA SERÉ LA MUJER DEL CABELLO PERFECTO.
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